ENTRE EL SOSIEGO Y LA SEDUCCIÓN:

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Tiene que ver con el hecho de que nos movemos dentro de la arquitectura. La arquitectura es un arte espacial, como se dice, pero también un arte temporal. No se la experimenta es un solo segundo. En esto coincido con Wolfgang Rihm: la arquitectura, como la música, es un arte temporal. Es decir, cuando recapacito sobre cómo nos movemos en un edificio, no pierdo de vista esos dos polos de tensión con los que me gusta trabajar.

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Es importante inducir a la gente a moverse libremente, a su aire, en una atmosfera de seducción y no de conducción.

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No ser conducido, sino poder pasear con toda libertad, a la deriva, pero debo asegurarme de que eso no se convierta en un laberinto.

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Conducir, inducir, dejar suelto, dar libertad.

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Se debe producir una sensación de naturalidad.

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LA TENSION ENTRE INTERIOS Y EXTERIOR:

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Espacios imperceptibles de transición entre interior y exterior, una inefable sensación del lugar, un sentimiento indecible que propicia la concentración al sentirnos envueltos de repente, congregados y sostenidos por el espacio.

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Un juego entre lo individual y lo público, entre las esferas de lo privado y lo público.

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¿Qué quiero ver yo -o quienes vayan a utilizar el edificio- cuando estoy dentro?

¿Qué quiero que vean los otros de mí?

¿Qué referencia muestro con mi edificio al exponerlo al público?

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Los edificios siempre comunican algo a lo que se encuentra al exterior.

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GRADOS DE INTIMIDAD:

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Tiene que ver con proximidad y la distancia, más allá de la escala. Concierne a distintos aspectos: tamaño, dimensión. Proporción, masa de la construcción en relación conmigo.

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Diseño de modo que la forma interior, es decir, el espacio vacío interior, no sea igual a la forma exterior.

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En el interior debe haber masas ocultas que no se perciban desde el exterior.

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El entorno no me amedranta, sino que, de algún modo, me hace más grande o me deja respirar con mayor libertad.

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